lunes, 5 de noviembre de 2012

Horas

El invierno es triste y a la vez tiene un glamour único. Siempre se dice que el gran paraiso es el verano, pero ¿Qué pasa con la gente que piensa lo contrario? El paraiso helado, del frío, de la sinceridad. Es verdad que ahora ya es de noche, he perdido horas de mi tarde, esa luz que me hace pensar que el día solo se pone cuando mi cuerpo no aguanta más, que estoy cordinada con la vida y que esta baila a mi antojo. En invierno la oscuridad predomina, pero una oscuridad que hace que todos los rayos de sol que pasean tal vagabundo errante se reunan, se fundan en una única fuente, se peguen unos a otros y se abracen. Que el calor, aunque escaso, se valore más, se concentre y se comparta. El frío de la mañana acompaña los más bellos amaneceres, recorre tu cuerpo haciendo que aprecies de verdad tu cama, tus sueños, lo irreal. Los besos valen por dos, y los abrazos por cuatro. La naturaleza se toma un suspiro, se congela, se para, se detiene como el tiempo. El agua se hace hielo y deja de fluir, los animales deciden descansar, los árboles no producen y descansan sin secretos, las flores se han ido, las aves huyen lejos de este parón. Todo cambia.

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