domingo, 2 de diciembre de 2012

LA GRAN FIESTA

En Navidad, hay ciertos comercios que decoran sus tiendas, las hacen más acogedoras, personalizan sus productos, con el fin de conseguir más ventas. En las discotecas pasa algo similar, te invitan a chupitos y te pagan la entrada para que te quedes un rato bailando. Tan sencillo como ir por la calle y enseguida te pregunta "Oye, chicas ¿ya sabeis dónde vas a ir?". Saben perfectamente que eres menor, pero ¿Qué más les da? Acabas en cualquier discoteca con tequila, limón y sal. La gente es desagradable, los tacones crujen con las copas rotas del suelo, apenas hay espacio, al camarero le caes bien porque hablas francés, pero salvación: la música suena más alto que los problemas. Empiezas a bailar dejádote el alma y las ganas, las dudas y las sonrisas, las lágrimas y los nombres. Tu canción favorita, te inventas un baile, chillas la letra, vais coordinandas, el sudor perla la frente, dejas tu cuerpo en ángulos imposibles, las risas y las bromas vuelan, sois cuatro, te relajas, sientes el calor a pesar del frío que hace fuera, sigues con el sabor del mojito en la garganta.
Luego alguien se te acerca por detrás, te coge por la espalda y te susurra lo bien que bailas al oido. Coges tu chaqueta y arrastras a las demás fuera suplicandoles que cambiemos de local, que te has cansado de esta música. Y una y otra vez, hasta que el móvil suena y te tienes que ir.
¿Me sigues preguntando por qué no quiero salir?

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