sábado, 23 de marzo de 2013

Siempre se puede confiar en los cuentos

Claramente, si, era fuera de España, tampoco te puedo especificar, sólo se que a través una enorme vidriera de 4 metros de alto y 7 de ancho se podía ver una extensión de tierra verde y a lo lejos un bosque de cuentos, el cielo estaba encapotado y parecía que de un momento a otro se desgarraría. El ambiente era tranquilo, como una noche de otoño, un decorado minimalista, pocos muebles y mucho espacio: Un recuadro metálico brillante empotrado que hacia de chimenea, una mullida alfombra blanca y un sofá blanco. Luces tenues. Vaqueros pitillos, una sudadera XXL azul clara de timberland con un agujero diminuto entre el codo y el hombro derecho. Un perro enorme y peludo de mirada inteligente dormía a los pies del sofá mientras estaba recostada a su lado con un libro entre las manos. Fuera además se podía ver un cercado con un caballo completamente negro con un minúsculo rombo blanco en la frente que galopaba haciendo extraños recorridos, da igual que tenga abierta la cerca, siempre vuelven, incluso un ejemplar así, la sangre de un caballo se convierte lentamente en horchata dentro de un minúsculo cajón, mientras en plena libertad, se vuelven reacios a ser montados, se convierten en un reto cada día. Así era: escondida en un universo paralelo donde todas las almas descansan en paz, donde las lágrimas solo son de nostalgia, donde los momentos de locura son mayores que los de cordura, donde la sonrisa es espontánea cada mañana, donde duermo con la ventana abierta de par en par, donde la lluvia es una cortina constante.

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