Vas en busca de algún espejo para perfilarte bien los labios, ensayas una sonrisa, dos, tres, te lanzas un guiño atrevido. Ay, que horror, nunca has sabido guiñar bien un ojo, parece que se te haya metido una pestaña dentro. Bueno tu mejor sonríe, que eso si que sabes hacerlo. Te bajas dos dedos la falda y te revuelves el pelo con una mano, bien hecho, ahora se ve que eres bien rubia. Te aseguras de que el negro y ese intento de ahumarte los ojos con la sombra buena no se haya movido del sitio, genial, sigue intacto.
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