martes, 28 de enero de 2014

Extrañas conversaciones

Hay momentos sin gran importancia, ni ningún significado que sin que te des cuenta te marcan, como una cicatriz, escondida bajo la ropa pero brillante cuando le da la luz.

Hacia buen tiempo aún, jugueteabas con la correa de una pulsera de cuero con la mariposa y la concha, la del fin del mundo. Aún recuerdas el magnífico paisaje, el atardecer por el mar. A tu lado, el llevaba los cascos sobre el cuello y sonaba alguna digna de maxima fm. Tus padres delante estaban despistados. Ibais de camino a la playa, al apartamento pequeño en frente del colegio que había alquilado tu abuela

-¿qué pensáis del suicidio?- el tema sale inocentemente de su boca, le miras extrañada.
-Es triste llegar al punto en el que nada merece la pena, en mi opinión, no es muy respetable, es una muestra de cobardía más, de falta de valor. Y en ningún momento digo que no haya gente con coraje que se haya... ¿Ido? Sólo que la situación fue más fuerte que ellos. La vida a mi entender es un pulso contra ella. Si te dejas ganar estas muerto- respondes removiendote incómoda en tu sitio, no sabes por que has dicho eso
-no seas dura, es una enfermedad-me riñen por delante
-¿enfermedad? ¿Qué dices? hablamos del suicidio-asomas la cabeza por en medio de los asientos extrañada
-Claro, lo único natural en el ser humano es la supervivencia y ese instinto lo tienen hasta los niños pequeños, hasta los bebés cuando maman por ejemplo. ¿No crees que cuando lo pierdes es por que falla algo más allá de lo social?
Reconoces que esa teoría te ha desmontado completamente... ¿Podría ser...?
En el fondo no lo crees
-E. Durkheim no diría lo mismo...
Nadie pregunta quien es, nadie continúa, nadie se extraña, nadie ha oído. La rutina del momento ha vuelto, como una noria con los pasos marcados.


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