jueves, 7 de noviembre de 2013

Luces fuera

Llegas a casa y giras rápidamente la llave con el llavero de la banderita y entras en la absoluta penumbra... Cuanta oscuridad, ves en la cocina una luz muy tenue, casi al borde de la muerte
-¿hay alguien en casa?
-si, se ha ido la luz.
Vaya... No hay luz, ni dentro ni fuera ( ¿de la casa o de ti? Si fuese una crítica interna de filosofía sería "une lacune", pero como no lo es... Lo tomaré como algo positivo pues crea ambiente y misterio). Te dedicas a rebuscar entre la bolsa de deporte como puedes los vaqueros azul claro y sacar de los bolsillos un mechero rosa que se supone que huele a fresa para contrarrestar el olor a tabaco. Te diriges al comedor y eliges de la mesa donde están los marcos de fotos dos pequeñas velas de vainilla y una grande, rectangular con un lazo alrededor. Te instalas como puedes en el salón sin matarte con nada y enciendes las llamas. Vaya, calcula, rubia, ¿que tenías que hacer esta tarde? Acabar filosofía, un ejercicio de mates, estudiar las matrices y AP. Bueno AP puede esperar al fin de semana (se supone que tan sólo debería haber esperado hasta las vacaciones donde tendría algo que se llama "tiempo", pero en mi vida la única manera de encontrar tiempo es de buscarlo en el diccionario), y las matrices las estudiare mañana por la mañana en el coche que habrá buena luz con el cambio horario tan odioso. Bueno, filosofía y mates. No es demasiado. La luz se supone que volverá como muy tarde a las 8, puedes esperar.
Así que te sientas en el sofá, a ver como baila esa ligera llama. Es tan pequeña e ilumina tanto... Me separa de la oscuridad absoluta dándome la posibilidad de al menos verme las manos como sombras, el perfil de las cosas se dibuja claramente. Se donde esta el pico de la mesa y ya no puedo darme y también donde esta el escalón. Me permite estar a salvo, pero no me deja hacer nada. No puedo leer, no puedo estudiar, ni siquiera atracar el armario de las guarrerías. Me deja pensar. Joder, eso también me lo permitía la oscuridad. Pero es tan reconfortante, tan cálida con su lucecilla. Es curioso como suena por el polvo, como huesos que crujen, no te molesta el sonido. Desde que eras pequeñas te gustan los espectáculos oscuros y el de las velas te recuerda a tu primer libro de verdad. Rozas a penas con la punta del dedo los bordes que están constituidos por un charco de cera líquida y transparente que se amolda a la forma de tu piel y rápidamente empieza a endurecerse pero sigues notándola caliente, cálida, reconfortante. Es como un escudo de aire, como las sábanas con las que te tapas para huir de monstruos espantosos y de faunos manipuladores. No sirve de nada y lo sabes pero actúas como si funcionase. Es un alto porcentaje de seguridad y otro tanto de imaginación.

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