jueves, 1 de noviembre de 2012

Llorar por lo que se va

Es hora de la historia del dia... Es una historia del pasado, de la infancia, eso explicaría esta foto que he elegido. Tan llena de color, de sonrisas, de aire, de esperanzas, de alegría, de recuerdos, de dulzura. ¿Qué es estar unido a alguien? Cuando tenía tres años a pesar de haber sido niña de pocos caprichos se me antojo demostrar lo mayor que era cargada con esos tres años de experiencia y quería tener una mascota. Sorpresa para mi, mis tios me oyeron y ellos nunca han sido muy dados a calentarse mucho la cabeza con las ideas de los regalos... El día de mi cumpleaños, después de soplar las velas, mi madre, embarazada a una semana de dar a luz, me acompoño junto a toda la familia a la cocina... Había una cosa peluda asustada saltando por toda la cocina, era marron, con unas orejas caidas, un rabito corto, el pecho blanco, un boxer muy gracioso, tenía una especia de bulto en lo alto de la cabeza, como un botón, muy gracioso  y único.
-Cariño, ¿Cómo lo vas a llamar?
-Luna o Flor
-No puedes, cielo
-¿Por qué? Son nombres bonitos
-Ya, pero el es un chico y eso son nombre de niña
-Pero me gustan esos nombres
Con mi cabezonería de niña pequeña deje el tema y estuve pensando, mis padres por ser mi cumpleaños accedieron a tragarse Cenicienta conmigo... ¿Sabías que Cenicienta tiene un perro que se llama Bruno?
Bruno.
Ahí se quedo. De repente hicieron la casa nueva y llego mi hermano... Bruno empezó a crecer, mi padre se quejaba de ser el único que hacía caso al perro. No tenía ni idea, recuerdo tardes enteras sentada en el porche cepillandole, no he conocido animal al que se le cayese más pelo y tanta baba. También fue engordando, dejo de ser un perro fuerte y atlético que me tiraba al suelo  saltandome encima cada vez que me veía a un gordito vagoncio. Mi gordito. En invierno, mi madre, tan exigente con la limpieza, hacía una excepción y dejaba entrar al perro para que durmiera en el pasillo al lado de la estufa, los sábados solía despertarme él entrando en mi habitación reclamando su desayuno. Las tardes que mi madre trabajaba,  yp colaba al perro en mi habitación para que me hiciera compañia.
Cuando tenía seis años, los reyes magos me trajeron una cabaña enorme, cabría mi pupitre grande, con puerta y dos ventanas, con mi nombre de colorines justo encima de la puerta. Era mi pequeño castillo de princesa frustrada, mi distancia de casa de mujer independiente, mi refugio de niña incomprendida. El capricho me duro poco, la cabaña fue a parar a la pinera y la tuve abandonada ¿Por qué no hacerle una casita a Bruno? Con mi padre la rellene de almohadas de tumbona viejas, toallas de playa y mantas. Durante noches y noches mi padre estuve dentro de esa cabaña durante dos, tres horas para que el perro se acostumbrase. Fueron sus dominios.
Los viernes antes de ir a baile mi madre me preparaba la merienda, el gordo se me ponía a babearme en el hombro para que lo compartiese con él, hasta hace poco creo que nunca me he comido un bocata entero, siempre acaba dandome pena y partiendola por la mitad. Tiempo después Bruno se quedo ciego, dejo de reconocer a ciertos miembros de la familia, quizás fue por mi culpa, a una con 7 años no le explican que a los perros no hay que prepararles bocatas de nocilla y ¿Por qué no compartir ese manjar de este mundo?, a pesar de todo la salud nunca ha sido su punto fuerte.
Anécdotas que tengo con él son toda una infancia, millones de confidencias, un amigo, mi mascota de Cenicienta, pero no tengo ni ganas ni fuerzas de contarlas todas...
El pequeño Bruno... siempre se ha dejado llevar por su estómago, incluso cuando fue envejeciendo, empezó a tener  recaidas, sobre todo con el mal tiempo, la lluvia, los huesos le dolían, a veces salía con él al jardín solo para decirle que no me dejara nunca, como una súplica de niña, inocente e ignorante, que él y yo eramos un equipo, que no podíamos separarnos, que el mundo dejaría de funcionar, quizás él me escuchaba y me entendía pero la madre naturaleza no aflojo ni lloro por nosotros.
Todos los días sin excepción venía a pedir comida a las 7 de la mañana, un desayuno cargado de dos vasos de pienso y las sobras de la cena, si tenía suerte, huesos.
Durante una tormenta de verano, Bruno empezó a quedarse sin fuerzas y a la mañana siguiente no vino a llorar a la puerta, mi padre supo que era el momento, que era la despedida, yo no estaba en casa, a pesar de eso desde hacía 2 años la gente ya hablaba sobre el fin y yo me despedía cada noche, yo por la mañana no recuerde que estuve haciendo, solo se que me odio por no haber estado ahi, por no haberle dicho adios y haberle dado un mordisco en la oreja por gordito. Mi padre lo último que quería era verle sufrir, lo llevo al veterinario y durante el camino, ya no tuvo fuerzas para subir un escalon que hay en la puerta de la clínica muy alto, mi padre lo cogio en brazos y le aupó, sin querer le hizo daño y el perro se dio la vuelta para morderle pero al darse cuenta de que era mi padre, cambio su actitud y le chupó la mano dos veces seguidas. Mi padre se derrumbo con eso... MIentras le ponían la inyección no dejó de acariciarle el bulto, hasta que se relajó y dejo de ser Bruno, para ser un cadáver.
Cuando me enteré lloré muchísimo y solo recibí una maldita reprimenda
-No tienes derecho a llorar por él, deberías haberle aprovechado en vida, no lamentarte de su muerte, no te atrevas a llorar por él delante mía
Eso me dijo mi padre, hace ya más de un año, ¿sabéis? No es fácil que tu ídolo, que tu apoyo, llore, mi padre lo hizo, toda la noche, lágrimas silenciosas, esa noche toda la familia, no se si brujería, magia, esperanza, mentirnos a nosotros mismos... le oimos ladrar. Misti, la otra perra de la que algún día contaré su historía aullo salvajemente.
Ese perro fue el perro de mi padre y ha tenido demasiados pero él era el bueno. Y fue mi infancia, fue mi sueños, fue mi vida en un momento...
Nunca lo he superado, lloro cuando veo sus fotos o pienso él, pero ¿Para qué superarlo? ¿Y convertirlo en un mero recuerdo? Él estará siempre presente en mí, en forma de una garra clavada en el corazón de una niña pequeña, me arrepiento... por no haberle dado todo lo que pude haberle dado, tuvo la mejor vida posible.
Sigo pensando en ti, gordo, me gustaría saber donde estás, seguramente estés feliz si hay comida, te echo de menos, demasiado, sobre todo ahora, me falta alguien como tú que me escuche sin entender, me miré con ojos grandes y me lama la cara, alguien sobre quien tirarme encima y compartir noches de invierno con mantas, espero que me sepas perdonar por de pequeña haberte hecho tragarte todas las pelis  disney en la cabaña de mis padres (Me entere hace poco que los perros no pueden ver la tele... solo ven una pantalla en negro, lo siento) y de mayor por llegar de la escuela encerrarme en casa y no pisar nunca el jardín. Siento haberte puesto los cascos de soldado de papá para hacerte fotos, tengo esa foto en el móvil, ¿sabes? y haberte encerrado en la perrera cuando había barbacoa. Te prometo que dentro de poco volveremos a estar juntos... Donde haya que estar. No volveré a  dejarte ir. Estoy segura de que no soy la única que te echa de menos, Misti y mi padre... tienen sus diferencias. Y la pobre está muy solita en ese jardín tan grande. Ahora el jardín esta lleno de gatos¿Sabés? Eso nunca hubiese pasado si estuvieses tú, ¿Te acuerdas de Osama? ahora tiene que estar contigo, cuidamela, siempre me protegía y perseguía a Bolo cada vez que me mordía ¿Y esa pequeña rata de mal caracter? Bolito también se ahogó en la piscina...Bruno, tengo ganas de verte. No sé que paso con tu cuerpo, mi padre no me lo quiso decir, quiero pensar que aun estás cerca de nosotros... En todos mis dibujos de maternelle de la familia sales tú :) Quiero pensar que sabes que me acuerdo de ti, ya no se en que creer, con tal de pensar que tu y ese botón extraño que te salía de la cabeza os lo pasais genial en otra parte...
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario